La seguridad de la ignorancia

Pasó una vez más la distraída mirada sobre la contraportada de su libro de viajes, mientras esperaba en la fila de migración en el Aeropuerto de Santo Domingo. “¡Vaya imbécil!” se dijo a sí mismo, al percatarse que el pasajero cano y narigón junto a quien viajaba en la primera clase, a quien enfáticamente había recomendado la lectura de “La fiesta del Chivo”, era Vargas Llosa.