Una de Rapunzel

Con un susurro, el príncipe llamó a su amada con las palabras mágicas: “Rapunzel, mi tesoro, lanza tus trenzas de oro…” En cuanto el par de cuerdas doradas cayeron,  escaló, como cada tarde, hasta la ventanita de la torre donde la bruja la tenía confinada. En cuanto la vio sintió una punzada de pasión, y como cada tarde, repitió las palabras mágicas: “Rapunzel, mi tesoro, muéstra tus tetas de oro…”