Pampa II

     Voy a la tienda del "Buen Bife" a recoger el flamante asador que Jennifer me regaló de cumpleaños hace ya casi tres meses. Estoy contento, anticipando la cantidad de amigos que desfilarán por la casa departiendo carne, vino y charlas de sobremesa.
     Al salir de la tienda, cuando me despido del dueño, --sonriendo, mientras me aprieta fuerte la mano-- me dice con una complicidad argentina: "Te lo merecés, pibe...". La frase me sorprende, pues a pesar de que seguramente se trata de la misma fórmula que aplica a todos sus clientes, la siento genuina y oportuna.
     De buen gusto le regreso el apretón de manos, y en mi cabeza, con el mismo acento porteño le contesto: "Tenés tanta razón, pibe..., ¿cómo lo sabías?"...