Diario de Viajes

Una mujer madura se inscribe en un taller de narrativa.

La maestra propone un ejercicio: elaborar un cuento de viajes. La mujer escribe un relato autobiográfico ´El viaje al noviciado´.

En su narración describe la noche en que sus padres, pobres y sin medios, contra su voluntad, la dejaron en un convento pues sólo ahí la joven –casi apenas una niña-- podría gozar de techo y sustento. Las monjas, sin caridad, sin misericordia, la acosan con sus pequeñas intrigas, con sus envidias secretas. Después de un tiempo, haciendo acopio de todo su valor la joven huye y vuelve a su casa. Los padres la desconocen. La rechazan, pues su regreso los deshonra y avergüenza.

A partir de ese momento, una y mil veces repetirá la experiencia de rechazo, será una huérfana perenne. Cuarenta años de jornadas arduas, de luchas, de soledades, de puños y mandíbulas apretadas. De sobrevivir con un sueldo de secretaria. Una tarde decide que ya ha sido suficiente tiempo de tomar el dictado del jefe, y que ahora es tiempo de escribir desde su propia voz.

Se inscribe en un taller de narrativa. Escribe el relato de su vida. El relato es publicado y gana infinidad de premios.

Sin embargo, durante la escritura, la mujer enferma. El viaje narrativo ha liberado los demonios que llevan tanto tiempo encerrados en su memoria. Se oscurece.

Su ánimo declina y deja de hablar. El silencio poco a poco se convierte en demencia. Su enfermedad la inhabilita para seguir trabajando y sus medios de subsistencia se debilitan. Tiene problemas para pagar la renta. Un vecino la lleva a un hospital público donde la internan. El psiquiátrico es atendido por monjas.

Cada mañana una novicia, mientras le cambia los pañales y le limpia pacientemente las babas, le habla con ternura: “Viejita…, viejita bonita, ¿En dónde andas?... ¿Quién eres?... ¿Quién te lastimó?... ¿Quién, viejita, niña bonita?...”